martes, 13 de julio de 2010

REFLEXIONES SEMANALES: ¿ACTÚAS CON ORGULLO?


El texto de hoy nos da una explicación basada en los principios Bíblicos, sobre el plan de Dios para nuestras vidas y el papel que cumple el orgullo natural humano como enemigo o saboteador de ese plan; una buena lectura, profunda para meditar en estos días de descanso que se acercan. Bendiciones y hasta la próxima semana si el Padre así lo dispone.

Saludos y bendiciones

José Luis
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¿Actúas con Orgullo? 

2 Corintios 4:7-10
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”


Este pasaje nos muestra la cruda realidad de lo que somos todos los seres humanos: frágiles cuerpos constituidos de barro; mortales, débiles y de muy poco valor; incapaces de vivir vidas de gozo y de victoria por nosotros mismos. Mucho se habla acerca del poder del hombre y de los logros que ha obtenido a través del desarrollo de la civilización, pero la verdadera característica del ser humano no es su poder, sino su debilidad. El apóstol Pablo entendió este concepto perfectamente cuando, sintiéndose incapaz de librarse por sí mismo de algo que le molestaba profundamente a lo cual él llamó “aguijón en mi carne”, clamó a Dios insistentemente para que se lo quitara. Pero el Señor le contestó: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2 Corintios 12:9). Entonces Pablo declaró desde lo más profundo de su corazón: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” Esta es una de las más grandes paradojas que encontramos cuando profundizamos en nuestra relación con Dios. Somos verdaderamente fuertes cuando somos capaces de reconocer lo débiles que somos.


Esta gracia divina es lo único de valor que poseemos dentro de nosotros; es el “tesoro en vasos de barro” al que se refiere el pasaje de hoy; es el poder que viene de Dios (no de nosotros), por medio del cual obtenemos el inmerecido perdón de nuestros pecados y la salvación eterna de nuestras almas (Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”) Y que además nos conforta cuando estamos “atribulados” (Juan 16:33:“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”); nos ayuda cuando estamos “en apuros” (Hebreos 4:16: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”); nos acompaña y nos protege cuando somos “perseguidos” (Salmo 27:6: “El levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean.”); y nos levanta cuando hemos sido “derribados” (Salmo 55:22: “No dejará para siempre caído al justo.”)


Es necesario que entendamos y aceptemos humildemente esta realidad: somos débiles e incapaces. Fuimos creados para depender de Dios en todo. Separados de él “nada podemos hacer”, afirmó Jesús en Juan 15:5. Sin embargo, hay algo que se opone a que actuemos guiados por este vital principio, haciendo que nos perdamos las bendiciones que Dios tiene para nosotros: nuestro orgullo. El orgullo, la soberbia, la arrogancia o como quiera le llamemos es el mayor obstáculo que puede haber entre nosotros y la vida abundante y victoriosa que el Señor nos ofrece. Al principio de la creación, Adán y Eva dependían de Dios en todos los aspectos y él les proveía para todas sus necesidades. Y eran felices. Pero, guiados por su orgullo, quisieron ser como Dios, y pecaron. Entonces se rompió aquella linda relación y cayó la desgracia sobre la raza humana. Y fueron echados de la presencia de Dios. (Génesis 3). 


El orgullo crea una barrera entre nosotros y Dios; la humildad nos acerca a él. Este contraste lo expresa Proverbios 29:23 de la siguiente manera: "El orgullo del hombre lo humillará, pero el de espíritu humilde obtendrá honores." Pide a Dios en oración que te revele cualquier área de tu vida en la que estés actuando con orgullo, y renuncia a esa actitud en el nombre de Jesús, para que el poder de su Espíritu Santo ponga en tu corazón un espíritu de humildad y sumisión.


ORACION: Padre Santo, por favor escudriña lo profundo de mi corazón y quita de mí toda altivez, soberbia y orgullo que me separan de ti. Ayúdame a caminar en humildad para agradarte siempre. En el nombre de Jesús, Amén.



Fuente: http://www.diostehabla.com/diaria.php

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