lunes, 27 de septiembre de 2010

REFLEXIONES SEMANALES: ¿BUSCAS PAZ EN MDEDIO DE LA TORMENTA?


El viento de las adversidades a veces sopla inmisericorde en nuestras vidas y no se necesita que sea un huracán para que nos afecte, a veces una sucesión de pequeños vientos fuertes puede doblegar nuestra fragilidad humana, una sucesión de eventos, de cosas que salen mal, de cosas que parecían salir y no salen, pueden desmoronar nuestra confianza y generarnos incertidumbre, miedo, o lo que es peor parálisis, en esos momentos es importante hacer lo que dice el texto base de hoy; escuchar como Cristo nos habla, pues nos asegura que no temamos, que está dispuesto a subir a nuestra barca, es en ese momento en que la tormenta se va a calmar.

Saludos y bendiciones

José Luis
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¿Buscas paz en medio de la tormenta? 

Marcos 6:45-51


"En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento."


Poco después de separarse de Jesús, mientras trataban de llegar a la otra orilla del Mar de Galilea, una tormenta sorprendió a los discípulos en medio del mar, de manera que los fuertes vientos y las olas azotaban la barca, amenazando con hundirla. Remaban y remaban y la barca no avanzaba, más bien retrocedía, porque el viento era muy fuerte. Las fuerzas ya les faltaban, y a pesar de la experiencia de algunos de ellos como pescadores conocedores del mar, la situación no mejoraba sino más bien empeoraba cada minuto que pasaba.


¡Cuántas veces de repente ha llegado a nuestras vidas una tormenta! Todo está marchando más o menos bien, hay buena salud, tenemos un buen trabajo, en el matrimonio felices y contentos, a nuestros hijos les va bien, en fin ¡hay un cielo claro, y navegamos en un mar sereno y tranquilo como un plato! ¡Y nos sentimos tan felices! 


De momento la terrible e inesperada noticia. Negros nubarrones aparecen de repente y el cielo claro comienza a oscurecerse, empieza a soplar un viento contrario, y aquel mar sereno comienza a agitarse. Y en medio de la oscuridad podemos escuchar los truenos y ver como los rayos caen alrededor de nosotros. ¡Y en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en medio de una tormenta que pretende hundirnos en la desesperación! ¿Qué hacer? Rápidamente comenzamos a remar, tenemos que llegar a la otra orilla lo más pronto posible. ¡Hay que resolver esta situación! Y remamos... y remamos... Utilizamos todas nuestras fuerzas, nuestra inteligencia, nuestra experiencia; acudimos al médico, o al abogado o al experto correspondiente, pero nada funciona. Sentimos que nos estamos hundiendo, ¡Y no sabemos qué hacer!
Los discípulos habían estado con Jesús hasta hacía apenas unas horas... lo habían visto hacer muchos milagros, y allí estaban ahora, en medio de aquella prueba, tratando de resolverla con sus propias fuerzas sin acordarse que cerca de ellos estaba aquel que podría resolverles el problema. Y dice la Biblia que Jesús se acercó a ellos caminando sobre el mar y les dijo: "¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!" En otras palabras, "No tengan miedo, anímense, soy yo, confíen en mí." Y cuando Jesús subió a la barca, el viento se calmó, y hubo paz.


Poco tiempo antes, Jesús había advertido a sus discípulos: "En el mundo encontrareis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo." (Juan 16:33). Ciertamente en algún momento de nuestras vidas, más tarde o más temprano, vamos a encontrar aflicción, el sufrimiento va a llegar a nosotros, una tormenta emocional o espiritual se va a presentar. Pero en todos los casos hay una respuesta, una actitud, sólo una: Confiar en Dios, buscarle de corazón, echarnos en sus brazos en medio del dolor y el sufrimiento, y de una manera milagrosa e inexplicable él nos dará la paz que tanto necesitamos, esa paz que la Biblia dice "sobrepasa todo entendimiento" (Filipenses 4:7), y en él encontraremos la solución al problema.


ORACION: Bendito Dios, ayúdame siempre a recordar quién eres tú, aunque me encuentre en medio de difíciles circunstancias. Aún cuando parezca que toda esperanza se ha perdido y que no hay solución posible, dame fuerzas y aumenta mi fe para confiar en ti, sabiendo que por difícil que mi situación sea, tú eres poderoso para cambiar las circunstancias en un momento. En el nombre de Jesús, Amén

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