miércoles, 6 de octubre de 2010

REFLEXIONES SEMANALES: EL SEÑOR TE LLAMA POR TU NOMBRE


El texto de hoy nos lleva a meditar en lo importante que somos para Cristo y su obra, al punto de conocernos de forma personal en la medida en que lo permitamos y busquemos de forma deliberada en oración; aprovechemos los tiempos de meditación que tenemos a fin de acercarnos más a Dios.

Saludos y bendiciones

José Luis
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El Señor te llama por tu nombre 
Lucas 19:1-10

“Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”


Este pasaje nos habla de un hombre llamado Zaqueo. La mayoría de la gente lo conocía como “el jefe de los publicanos”. Estos eran los encargados de colectar los impuestos del Imperio romano entre los ciudadanos judíos. Quizás los romanos lo identificaban con un número. Era sólo una pieza en la enorme maquinaria que hacía que llegaran ingresos a Roma a montones. Los zelotes en Israel decían que era un traidor, porque se había vendido al enemigo. Otros en la comunidad pudieron haberle puesto nombres denigrantes a sus espaldas. 


Pero Jesús, al verlo, llamó a Zaqueo por su nombre. Mirando hacia el árbol donde se había encaramado, Jesús le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.” Aunque nunca antes lo había visto, Jesús lo llamó por su nombre. Cuando Zaqueo oyó a Jesús pronunciar su nombre, rápidamente descendió del árbol con el fin de recibir al Señor en su casa. Aquel encuentro con Jesús lo llevó a una transformación extraordinaria. No sólo Zaqueo se arrepintió de todo el mal que había hecho, sino que prometió dar la mitad de todos sus bienes a los pobres y devolver por cuadruplicado lo que había tomado de los demás incorrectamente. La salvación y la verdadera felicidad llegaron a su casa ese día.


Un encuentro genuino con Jesús, siempre produce un profundo cambio en la persona. Saulo de Tarso tuvo una experiencia similar cuando se dirigía a la ciudad de Damasco en gestiones para continuar su persecución de los cristianos. Allí en el camino se le apareció Jesús, y lo llamó por su nombre: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9:4) Entonces Saulo cayó rendido de rodillas, y “temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Desde ese instante la vida de Saulo de Tarso cambió radicalmente y para siempre. Aquel que ahora conocemos como el apóstol Pablo, más tarde escribió: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.” (Filipenses 3:7-8). ¡Qué increíble y maravilloso cambio!


Así como llamó a Zaqueo y a Saulo de Tarso, el Señor te está llamando a ti por tu nombre. Dios está profundamente interesado en tu vida para hacer cambios profundos que traerán bendiciones y felicidad a ti y tu familia. Pon atención a su llamado, escucha atentamente su voz, y permite que él lleve a cabo sus planes en tu vida. Busca su rostro en oración y medita en su palabra diariamente. Él te dirá lo que debes hacer.


ORACION: Padre santo, te pido que afines mi oído espiritual para poder escuchar con claridad tu llamado. Ayúdame a rendirme a ti y a someterme a tus órdenes para que tus planes de bendición se lleven a cabo en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

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