jueves, 3 de junio de 2010

REFLEXIONES SEMANALES: MIENTRAS ESPERAS, SIMPLEMENTE ORA


El texto de hoy nos lleva a meditar sobre una verdad sencilla y poderosa, intelectualmente sabemos que significa o cómo se debe orar, pero a Dios le place que vayamos más allá de lo intelectual, que la oración sea la puerta para una relación con él que se acrecienta día a día, no una mera repetición o incansables pedidos, debemos buscar nos muestre su voluntad, lo que requiere de nosotros y eso, evidentemente involucra esfuerzo, valentía y persistencia de nuestra parte. Oremos sin cesar como dice la Palabra, las recompensas son tremendas.

Saludos y bendiciones

José Luis
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Mientras esperas, simplemente ora

Lucas 1:5-15
“Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.”


Esperar es una de las tareas más difíciles para la mayoría de las personas. Muchas veces no sabemos qué hacer mientras esperamos. En el evangelio según San Lucas vemos unos cuantos ejemplos de personas que estuvieron esperando, de las que podemos aprender algo útil. En el pasaje de hoy vemos a Zacarías y Elisabet. Vemos también a María y José (Lucas 1:26-38), Ana la profetisa (Lucas 2:36-38). Vemos a Simeón, al cual el Espíritu Santo le había revelado “que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.” (Lucas 2:26) Y también el Espíritu Santo lo movió a dirigirse al templo al momento en que los padres del niño Jesús lo trajeron allí, para hacer conforme al rito de la ley. Sus palabras de alabanza a Dios cuando él vio al Mesías prometido resonaron en el templo como un testimonio del resultado de la paciente espera en el Señor: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel.” (V.29-32). Todos ellos, en vez de mantenerse pasivamente esperando, buscaban activamente el rostro del Señor en oración cada día.


Muchas veces nos encontramos esperando una respuesta de Dios a una oración, o quizás el cumplimiento de una promesa contenida en su palabra. En esos momentos de espera, debemos escuchar su voz, la cual llega a nosotros al igual que llegó a aquellos que estuvieron alrededor del cumplimiento de la promesa del Mesías, profetizado muchos siglos antes: “Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída.” (Lucas 1:13); “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.”(Lucas 1:30); y a los pastores, el ángel les dijo: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lucas 2:10).


Todos nos hemos enfrentado a situaciones en las que no hemos sabido qué hacer, o en las que no había absolutamente nada que pudiéramos hacer. Cuando la ansiedad o la desesperación nos envuelven, probablemente no queremos escuchar a nadie diciéndonos: “simplemente ora”. Quizás nos parezca demasiado sencillo, y a veces puede parecernos que no son sensibles a nuestro dolor. Sin embargo es simplemente orar lo que tenemos que hacer, y esperar pacientemente la respuesta de Dios. Mientras esperamos en el Señor, obedeciendo su palabra, descubriremos su infinita bondad y su inmenso poder. El rey David conoció íntimamente al Señor a través de toda su vida, y fue un hombre conforme al corazón de Dios. Siendo un anciano escribió el Salmo 37, donde derramó su fe y la experiencia de sus años. En los versículos 4 al 7 dice este Salmo: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía. Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.”


Cuando te encuentres en una situación muy difícil, recuerda que todo lo que tienes que hacer es simplemente orar. Espera en el Señor, y él te dará todo lo que tú necesitas, en su tiempo, siempre que esté dentro de su voluntad.


ORACION: Amante Padre celestial, te ruego aumentes mi fe y me des paciencia para esperar en ti confiadamente, con la certeza de que tú puedes librarme de la tribulación y suplir todas mis necesidades de manera perfecta. En el nombre de Jesús, Amén.



Fuente: http://www.diostehabla.com/diaria.php

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