jueves, 15 de julio de 2010

ARTÍCULOS DE INTERÉS: "SIN TETAS NO HAY PARAÍSO"


SIN TETAS NO HAY PARAÍSO
Una reflexión sobre la Cultura de lo Estético
Por Gabriel Gil Arancibia, Mtr. en Teología. Profesor, escritor y conferencista.

El famoso lema de la era moderna acuñado por el filósofo francés del siglo XVII René Descartes “pienso, luego existo”, ha sido reemplazado por uno mucho más pertinente a la época: SIENTO, LUEGO EXISTO. ¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo describir la era que estamos viviendo? ¿Cuáles son las características que mejor desribirían a nuestro tiempo?

La era moderna

La historia de la cultura universal ha situado a la era moderna dentro de los siglos XVI a mediados del XX. Dentro de estos siglos surgieron personajes y movimientos filosóficos que promovieron el centralismo del hombre en el universo. El renacimiento, la ilustración, el existencialismo, la desmitologización y el humanismo fueron algunos de estos movimientos. Martín Lutero, René Descartes, Emmanuel Kant, Federico Hegel, Rodolfo Bultmman, fueron algunos de los   personajes sobresalientes de la época.

La era moderna hizo creer a la humanidad que todo las fronteras físicas y científicas podían ser conquistadas a través de la razón. Es decir, el razocinio pasó a ocupar el lugar del espíritu. Así se comenzó a dudar y a poner en tela de juicio lo que antes era considerado incuestionable, la Biblia por ejemplo. Todo esto produjo en la humanidad (mayormente en Europa y parte de los EE.UU.) un sentimiento de autosatisfacción, orgullo e indepencia total: El hombre llegó a pensar que era un dios. Esto se acrecentó con las indepencias de algunos países como Francia y Estados Unidos, parecía que el ser humano se había conquistado a sí mismo y todo a su alrededor.

La era posmoderna

Pero esta era con todos sus avances y logros llegó a su fin, al menos gradualmente en 1945 cuando la humanidad entera vio con horror que “el hombre moderno, racional y sofisticado era capaz de autodesruirse”; me refiero a los trágicos acontecimientos de Hiroshima y Nagasaki.

Desde entonces surgió lenta pero firmemente, lo que sociólogos, antropólogos e historiadores llamarían, la era posmoderna.

Esta era, la que vivimos actualmente es la respuesta al fracaso de la modernidad. Fracaso por cuanto el hombre a pesar de conquistar la ciencia, medicina, artes y letras, no logró conquistarse a sí mismo. Así entonces la posmodernidad es un intento del ser humano por comprender el mundo que lo rodea, interpretarlo, vivirlo y al mismo tiempo, entenderse a sí mismo como un ser único.

Las características principales de la era posmoderna son muchas, pero las siguientes nos ayudarán a entender nuestro mundo posmoderno.

Incredulidad: El hombre posmoderno ha perdido la fe. Ya no cree con facilidad en lo que antes le era fácil creer. Así la humanidad posmoderna no quiere creer ni en la ciencia ni en Dios, aunque exige respuestas de ambos.

Aculpabilidad: El hombre posmoderno ha decidido relegar a Dios a un tercer plano. Dios, el diablo, los ángeles y los demonios ya no son elementos importantes en su vida. Al no haber Dios, no hay pecado, y al no haber pecado no hay culpa.

Acognocitivismo: Si en la era moderna la razón, lógica, crítica y estudios filosóficos eran el pan de cada día, la humanidad de hoy rechaza el conocimiento como un fin en sí mismo. Hoy la gente no quiere “entender”, quiere “sentir”. Así las emociones son más importantes que la razón.

Conformismo: Se refiere a la incapacidad del hombre de cambiar el sistema. Nos damos cuenta cómo la justicia, economía, política y religió han sido diseñados como sistemas opresores, donde el ciudadano medio poco o nada puede hacer. Por esto, el hombre posmoderno piensa: “Si no puedo cambiar el sistema, puedo utilizarlo para mi conveniencia”.

Soledad comunitaria: Suena paradójico, pero es una realidad. El hombre y mujer de hoy son personas solitarias, concientes de su soledad. La gente posmoderna no quiere tener relaciones serias, profundas y personales con aquellos que “no pertenecen a su círculo de amigos”; círculo cada vez más pequeño. Un ejemplo palpable  lo vemos en las propias iglesias cristianas, donde la cantidad ha venido a reemplazar a la calidad. El Yo ha venido a desplazar al Tú del  prójimo.

Relativismo: Las verdades absolutas de antaño que considerábamos dogmas, hoy son relativos, al menos para quiénes se consideran posmodernistas. Así el cristianismo es percibido como “una de las muchas ofertas religiosas que predican la búsqueda de la verdad”. El hombre y mujer de hoy no está dispuesto a creer en un todo absoluto; sino, en una mezcla de muchas verdades que a la larga se hacen relativas.

La cultura de lo estético

La estética ha venido a reemplazar a la ética, es la afirmación de Antonio Cruz, conocido autor e investigador de la posmodernidad. Su aseveración es muy real, incisiva y veráz.

La fascinación por la belleza corporal es una de las características de la era posmoderna. Así se busca incansablemente ser bello, pues el ser feo (o normal), es algo “fuera de onda”. Y esto ha sido justificado con interminables discursos antropológicos, sociológicos, filosóficos y hasta teológicos. Incluso, pareciera que la Biblia nos enseña algo al respecto.

Los ancianos de hoy, asegura Cruz, buscan llegar a la vejez llenos de vida, pero una vida estética, donde las camisetas, jeans y tintes para el cabello han venido a reemplazar la sabiduría que simbolizaban las canas. Según este investigador, “los ancianos exitosos son aquellos que parecen jóvenes en su apariencia corporal”. Así, sostiene Cruz, el hombre de 60 años busca aparentar la edad de uno de 40, el de 40 años desea verse como uno de 30. Lo mismo ocurre con las mujeres a quienes la sociedad posmoderna las ha presionado al extremo que muchas de ellas han recurrido a operaciones quirúrgicas que minimizen u oculten los razgos propios de su edad.

“Sin tetas no hay paraíso”, es el título de una conocida telenovela colombiana que representa con exactitud lo que ocurre hoy en la cultura de lo estético: Hombres y mujeres luchan por verse bellos, al menos por afuera, sin importar las consecuencias físicas, económicas y relacionales que esto pueda traer.

¿Qué dice la Biblia?

Fue el apóstol Pablo quien escribió que nosotros, los hijos de Dios, somos Templo del Espíritu Santo. Este conocido versículo ha venido a ser el lema teológico-bíblico para quienes maximizan la estética por sobre lo espiritual. Ciertamente debemos cuidar nuestro cuerpo, al fin de cuentas somos mayordomos de Dios y debemos administar sabiamente los recursos divinos, entre ellos nuestro cuerpo.

Sin embargo, debemos llegar a un equilibrio sano, y justo . Lo espiritual y estético deben caminar juntos pues ambos son importantes para nuestras vidas.

La Biblia nos enseña una combinación perfecta que nos ayudará a ser bellos por dentro y por fuera: “El corazón alegre hermosea el rostro...” (Proverbios 15:13). Mientras más nos acerquemos a Dios, más Él nos embellecerá por dentro, y esto será notorio pues el amor no puede ser ocultado, siempre se hace visible en quienes lo practican.

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