jueves, 15 de julio de 2010

ARTÍCULOS DE INTERÉS: VIVIR APURADO, EL MAL DEL SIGLO 21

VIVIR APURADO, EL MAL DEL SIGLO 21
Por Gabriel Gil Arancibia, Mtr. en Teología. Profesor, escritor y conferencista.

El deseo de obtener las cosas más rápido de lo posible y sin ningún esfuerzo es una de las principales características de nuestra sociedad. La gente quiere que las cosas sucedan ¡ya! Y no están dispuestas a perder ni un minuto en esperarlas.

Hace algunos días, mientras conducía por una de las vías del Valle de Los Chillos (Quito), me detuve al ver la luz roja del semáforo, cuando cambió la luz verde me alisté para emprender el rumbo, sin embargo en el lapso breve que uno demora en poner el carro en marcha escuché el sonido del claxon del auto ubicado detrás del mío. ¡Ni siquiera han pasado cinco segundos! – exclamé.

¿Qué nos está ocurriendo? ¿por qué vivimos a las carreras? ¿dónde quedaron aquellos días cuando éramos más pacientes y tolerantes?

Robert Banks, un famoso autor que escribe acerca de liderazgo para empresarios, señaló que “si bien nuestra sociedad es rica en posesiones, somos extremadamente pobres en tiempo. Nunca antes en la historia de la humanidad ha habido una sociedad tan rica en lo material y tan menesterosa en cuestiones de tiempo”.

La revista Times reportó que en los años sesenta un comité de expertos informaron al Senado de los EE.UU. que para fines del siglo veinte las personas tendrían que reducir drásticamente las horas que trabajaban por semana, ¿la razón? Los avances tecnológicos permitirían a las personas tener más tiempo disponible y por lo tanto se jubilarían antes de lo que la ley estipulaba. Sin embargo, después de casi 50 años el gran desafío del hombre moderno es ¡¿Cómo obtener tiempo libre?! Una sensación de ahogo se percibe no sólo en las sociedades anglo-europeas, también en las latinoamericanas.

Los múltiples compromisos en el trabajo, con la familia y los asuntos personales hacen que a menudo sintamos que nuestra vida avanza como una locomotora (o tren bala) fuera de control. Apresurarnos y preocuparnos producen que a penas nos quede tiempo para picotear de la vida, en lugar de vivirla plenamente. Este fenómeno del siglo veintiuno es llamado por los expertos como aceleración enfermiza.

Carl Jung dijo: “Vivir de prisa no proviene del enemigo; vivir de prisa es el enemigo”.  El apuro acaba por destruir el alma. Una búsqueda incesante de libertad nos impulsa a comprar todo aquello que nos asegura más tiempo disponible. Así entonces adquirimos productos que prometen ahorrar tiempo. Queremos que los días se conviertan en horas, las horas en minutos, los minutos en segundos y éstos en nanosegundos, ¿qué vendrá después?

Algunas multinacionales de comida rápida, se hicieron famosas no por lo sabroso de sus comidas precisamente, sino por la rapidez de atención a sus clientes. Algunas de estas cadenas llegaron a crear un nuevo sistema en lo que a restaurantes se refiere: “¡Le entregamos el producto en treinta minutos o la compra es gratis!” Otras fueron más lejos y crearon servicios de auto-comida; es decir, “¿para qué perder tiempo en sentarse a comer en la mesa del restaurante si lo puede hacer en su carro?” Las mesas fueron reemplazadas por las ruedas, parece formidable pero no lo es.

Un hospital en Chicago adoptó el mismo lema de los restaurantes de comida rápida. En la sala de espera del pabellón de urgencias había un cartel que decía: “Le garantizamos que el paciente será atendido en menos de veinte minutos o el tratamiento será gratis”. Se ha reemplazado la paciencia por la urgencia.

Debemos aprender que una cosa es estar ocupado y otra apurado. Estar ocupado es una condición externa; estar apresurado es una enfermedad del alma. Alguien me dijo una vez: “Si vives rápido morirás rápido”.

Ahora bien, mientras nos quejamos de que no tenemos tiempo libre, hay una parte de nosotros que se siente atraída hacia este estilo de vida. Pensamos que somos importantes sólo cuando estamos ocupados en diversas actividades. A esto se le conoce como activismo, y es un mal que no sólo afecta a los adultos de nuestra sociedad, incluso los niños se han visto sumergidos en un mar de compromisos.

¿Qué hacer al respecto? Debemos desacelerar nuestra vida. Pero, ¿cómo hacerlo? No permitamos que los afanes, compromisos y problemas dicten la agenda de nuestro ser. Existen algunas formas prácticas de reducir la velocidad que pueden parecer extrañas o incluso absurdas, pero quienes las practican han dicho que los resultados son sorprendentes.

  • Por ejemplo conduzca por el carril lento de la calle, pista o carretera. Esto involucra dejarse rebasar por alguien que va más apurado que usted, también evite utilizar la bocina innecesariamente.
  • Use el microondas para cocinar lo estrictamente necesario, esto lo obligará a dedicar más tiempo a cocinar.
  • Dedique por lo menos una hora diaria para almorzar y no los veinte minutos que acostumbra.
  • Cuando vaya al supermercado ubíquese en la caja registradora con más gente en la fila, esto lo ayudará a crear paciencia.
  • Salga a caminar por lo menos tres veces por semana por treinta minutos en cada ocasión.
  • Invierta tiempo de soledad. Lo puede hacer en su habitación, en un centro de retiros, ir a la montaña o ir de pesca. Lo importante es que sienta que está solo y en paz consigo mismo.
  • Dedique tiempo a charlar con Dios. La oración es una herramienta comprobadamente eficaz contra el estrés y la ansiedad. Pídale a Él que lo ayude a controlar su vida. Recuerde que “una agenda desordenada no es el problema, sino un corazón desordenado”.

Por estas fechas se celebran las “Fiestas del Maíz”, una oportunidad para desacelerar nuestro ritmo de vida. Pero, ¿podremos hacerlo? El alcohol, el desenfreno y la velocidad no son buenos compañeros. Aprovechemos estas fiestas para reflexionar sobre cómo nos estamos conduciendo y qué haremos para mejorar nuestra situación. Pasemos tiempo en familia lo cual nunca será tiempo perdido.

Necesitamos hacernos una reingeniería mental y espiritual; debemos aprender otro estilo de vida. Debemos “pisar el freno y poner la marcha en tercera”, mirar hacia fuera y disfrutar de lo que el Creador nos dio.

¡Desechemos el hábito de vivir apurados!

No hay comentarios: